miércoles, 18 de mayo de 2011

A los cobayos les gusta que les lean


Este libro me puede. Lo empecé leyendo con muchas ganas, era gracioso pero profundo, con ideas políticas y filosóficas sobre las personas y las clases sociales. Mi madre me lo regaló por Reyes, pero he llegado a la mitad y cada capítulo me pesa más.

-Kuskulito, si quieres puedes leérmelo a mí.

Gracias Nelo. Después de cenar (Nelo se mete a su caja y empieza a cenar cuando me ve cenar a mí) suelo coger el libro y empiezo a leer en voz alta. Me anima a seguir leyendo a distraerme menos. La novela es La elegancia del erizo, de Muriel Barbery.

Está compuesto por capítulos muy cortos que cuenta en su mayoría una portera parisina, y entre ellos aparecen otros minicapítulos de una niña rica del edificio en el que trabaja. El libro ha conseguido muchas ventas y premios... pero para mí es pesado a más no poder. Una y otra vez se repiten las mismas ideas, los mismos personajes, no se avanza ni en acciones ni en desarrollo de ideas... Frases demasiado largas con tres subordinadas alcanzando 10 líneas sin un mísero punto. Prefiero achacarle la lectura pesada a quien tradujo el libro; el español no aguanta tantas sub-ideas unas dentro de otras.

La elegancia del erizo es pesada y lenta. En medio libro he encontrado muchas frases bonitas pero poco aporte, personajes inverosímiles y repetitivos en sus narraciones. Pocas ideas, muchos adjetivos.

Mi opinión se ve reforzada por Nelo, él también piensa lo mismo. Me pongo a leer el libro y por la segunda página miro a mi cobayo: está tumbado en su caja en la esquina más cercana al sofá en el que estoy. Tiene los ojos somnolientos y va cogiendo posturita. Sigo leyendo y a los cinco minutos lo miro: está roque, completamente dormido. Y eso que yo se lo leo con mucha entonación, pero Nelo también es un alma aventurera y le parece muy poca acción y demasiada palabrería.


Cuando dejo de leer, Nelo se despierta de repente. Se me queda mirando fijamente como diciendo:

-¿Por qué has dejado de leer? Yo ya estaba soñando...

Y así es como gracias a Nelo he conseguido llegar a la página 170. A veces pienso en rendirme y dejarlo ahí, pero es un regalo y prefiero terminarlo.

A los cobayos les gusta que les habléis y también que les leáis. Sobre todo si es después de la cena y le ayuda a echarse un sueñecito...

¡Cuidad de vuestros cobayos!