domingo, 30 de octubre de 2011

¡¡Hoy es un buen día para Nelo!!

¡Hola a todos! ¿Qué tal os va? Yo he estado muy liada todo el mes de octubre y no he tenido tiempo para actualizar el blog tanto como me gustaría, perdón.

Pero a Nelo lo sigo cuidando mucho, no os penséis que está abandonado. Os voy a contar como ha sido esta mañana de domingo para Nelo, para que os hagáis una idea de cómo son los días cuando estoy con él a las mañanas.

¡QUÉ BIEN HE DORMIDO HOY!

La primera que se levanta en mi casa es mi madre. Cuando lo hace, nos despertamos todos (mamá, si lees esto quiero que sepas que no me estoy metiendo contigo ni llamándote ruidosa) y Nelo también, claro. Entonces se pone a desayunar. ¿Que cómo lo sé si estoy todavía en la cama? muy fácil: se pone a jugar con la bola y la choca contra la tapa de la caja. Se oye: 

-¡¡Conk!! ¡¡Conk!!

Cuando he terminado de desayunar, suelo cogerlo en brazos (eso es más o menos a las 9 de la mañana). Y juntos estamos en el sofá, más a gusto que nadie. Ahora que ya refresca, le gusta que lo tape -momento manta- 


Adorable. Así estamos hasta que él decide irse. Suele echar un sueñecito y veo cómo se le mueven las orejitas, ¡jeje! al despertar bosteza, se estira y decide si se cambia de postura y sigue la siesta o si ya se va a jugar al suelo.

YO TAMBIÉN QUIERO DESAYUNAR

Nelo camina hacia la zona donde le ponemos la comida. Nos persigue hasta que le servimos su comida favorita (versele laga nature): un puñado en el comedero y otro en el suelo. Si tenemos otra más (vitakraft...) también le echamos otro puñado. Sacamos el heno, su cestito, la barra y le traemos fruta y verduras frescas. Un trozo de pan o algo para rascar los dientes y ya está todo, sólo falta poner su casa de cartón.

-Tiene muy buena pinta todo, pero creo que voy a empezar por el melón.

 

Lo del melón es algo como para verlo, se come toda la carne y deja sólo la piel.

¡A JUGAR!

Nelo se aburre después de desayunar si nadie le hace caso. Necesita que lo mimen y le digan que es un bichito muy lindo y que jueguen con él. Me viene a buscar y me pongo a cuatro patas en el suelo para que juegue al túnel. 

Ha aprendido a pegarme con la cabeza y cada vez que lo hace, yo le hago cosquillas en el lomo. Salta y se ríe (sé que se ríe). Después de tanta actividad, le pelo unas pipas; me da con los bigotes metiendo el morro para ver cómo las pelo. Si tiene mucha hambre, me mete prisa con los dientes (no muerde, pero me baja la mano con los dientecitos para que le dé la pipa ya. Todo esto es en el suelo conmigo a cuatro patas o de rodillas, lo cual es bastante cansado. Voy tardando cada vez más en pelar las pipas y Nelo me pone las patas delanteras en la pierna:

- ¡Dame, dame! ¡yo quiero!

Si le acaricio el moflete ronronea. Y desde aquí quiero hacer un llamamiento para indicar que es mentira que los gatos sean los únicos animales que saben ronronear.

Hoy Nelo estaba especialmente de buen humor y se ha querido ir de paseo. No le gusta ir solo, así que se va hasta la esquina de la alfombra de la sala y mira hacia la puerta hasta que alguien le hace caso abre la puerta. Sólo va detrás de alguien, y para volver a la sala es lo mismo. Hemos jugado en el hall y nos hemos ido por el pasillo hasta la habitación vieja (curioso nombre del que fue mi primer dormitorio y ahora es una sala de estudio) y hemos saludado a mi padre que estaba por ahí. Ha jugado con todo lo que se ha encontrado y luego hemos vuelto a la sala.

Nelo camina mucho para la edad que tiene, está en muy buena forma. Por eso, cuando sale y pasea nos gusta darle una recompensa y le he pelado pipas. En realidad yo ya sabía que lo que él quería era más comida de versele laga, pero ya tenía mucha en el suelo. Al final, se ha puesto de pie en la bolsa y no me he podido resistir: le he dado un puñadito (pequeeeño) de su comida.

A LA CAJA

Después de tanto paseo, Nelo tiene sueño. Se queda un buen rato dormidito y espera a que llegue la hora de recoger las cosas.

Hacia las 11.30 se le cambia la caja y la comida. A él le encanta que su caja esté limpita y con heno mullido. En cuanto se la ponemos en el suelo, él se mete de un brinco y le ponemos la tapa. Y una vez dentro hace un pipí para marcar y empieza a probar que le toca para comer ese día.


- ¡Anda! hoy me han traido achicoria, ¡rico rico!



- ¡Oh! pedazo trozo de tomate más rico que me han puesto. Empiezo por aquí.

Y esa es la mañana de Nelo un domingo. Completa, ¿verdad? Suele estar en la caja hasta las 16.00 y mi madre lo saca. Un rato en brazos y al suelo. Las tardes son más tranquilas que las mañanas, porque mi madre le suele coger más veces en brazos y, en cambio, cuando yo estoy, no lo cojo pero juego con él en el suelo. A las 20.00 es hora de ir a cenar. Si a Nelo le apetece, lo sacamos no más de una hora a la noche, por ejemplo de 21.30 a 22.30, pero se pasa la mitad de ese tiempo en el sofá dormidito conmigo o con mi madre.

Así transcurre un domingo en la vida de Nelo, yo creo que él es feliz. A mí, desde luego, él me hace muy feliz.

¡Cuidad de vuestros cobayos!