domingo, 19 de diciembre de 2010

El tropezón de Nelo

Buenas noches, os voy a contar lo que le pasó a Nelo el otro día en la sala. Más que un tropezón fue una mini-caída. Resulta que tenemos un mueble del Ikea para poner mi impresora en la parte superior; está elevado con unas ruedas y tiene una puertita para dos baldas.

Cuando Nelo se va a su cajita y hay que recoger el heno, el platito con comida, el cestito... y todas esas cosas pequeñas que tiene fuera, las metemos ahí. Él es muy listo, porque las bolsas de la comida también van ahí y se va derecho a la puerta a esperar a que se la abramos.

Que se meta debajo del mueble era algo que todos suponíamos que iba a pasar y le dejamos que se meta un rato, pero no demasiado. A veces se aparta de la vida social y se queda ahí, o cuando se enfada porque le hemos sacado tarde y no quiere saber nada de nadie. Es su escondite, su txoko.

Pero un día nos dejamos la puerta abierta y, tras coger carrerilla por toda la sala dando dos vueltas, se lanzó y de un brinco subió. Ahora ya tiene soltura y se acerca, lo encara y primero las patitas de delante, luego las de atrás sube con la elegancia propia de un felino.

Y todo orgulloso nos mira desde ahí, como si hubiera conquistado la cima del Everest.



¡Pero es un bicho muy trasto...! El otro día, aunque tenía su comida en el platito, quiso más. Le gusta meter medio cuerpo dentro de la bolsa para comérsela. No le dejamos porque no siempre está muy abierta la bolsa y le puede costar salir, o puede faltarle algo de aire, empacharse, se suele ensuciar mucho el morro... Pues se dispuso a cometer su fechoría y le salió mal. En vez de apoyar las patas delanteras en la bandejita de metal, las puso en el cestito que aún no habíamos sacado, y éste se resbaló (no aguantó 1,225kg). Entoces según se precipitaba el cestito, Nelo se volteó en sus patitas traseras y cayó panza arriba.
Ya veis que es muy bajo el mueble, y se fue cayendo poquito a poco, apoyando todo el cuerpo en lugar de dando golpe, pero
¡¡¡SE LLEVÓ UN SUSTOOOOOOOOOO!!! Se quedó quietito y se dejó coger en brazos. Me lo empezó a contar todo y yo le di los mimos que me pedía. Los que tengáis cobayos parlanchines ya sabéis de lo que hablo.

Al día siguiente, lo superó todo. Miró para adentro del armarito y ¡saltito con éxito! La moraleja es que cuando te caes, tienes que levantarte y volver a intentarlo.

Acabo de verlo bostezar y he pensado: ¡qué guapo es Nelo!