En plan cariñoso, me gusta decirle casi gritando a Nelo:
-¡Guapo! ¡Ay, qué cobayo más bonito!
Y le gusta. A veces hasta se pone a botar, levantando las cuatro patitas y ladeando la cabeza. Yo creo que me contesta:
-¡Qué cosas me dices!
Otras veces, cuando estoy en el suelo con él jugando a hacerle el "túnel" y lo tengo debajo, se arrima ronroneando. Si no le hago caso, me da cabezazos hasta que le acaricio los mofletes. Y le digo casi susurrando:
-¿Quién te quiere a ti? ¿eh? Yo, cariño, yo te quiero mucho.
O:
-¿A quién quiero yo? a ti cariño, a Nelo. Al que más.
Y sigue sigue dejándose acariciar por el lomo hasta el culito, y como eso ya es la retaguardia, bota y se gira para vigilar quién le anda por ahí; él siempre quiere verlo todo.
- Nelo guapo y bueno, muy bueno.
Se lo digo cuando lo tengo debajo y le estoy pelando pipas. Le beso entre las orejas y se deja querer. Es un cielo.
Cuando llegó a casa no podía ni acariciarlo en el suelo, se tenía que acercar él. Pero ahora si no voy a buscarlo, se pone morrudo, porque él tiene unas necesidades de mimos altas. Y es culpa mía en parte, así que asumo mi responsabilidad y le digo cosas bonitas y le hago caricias.
A los cobayos, como a todos los seres vivos del mundo, les gusta que los quieran.